En lugar de sumergirnos en la grandeza, Napoleón nos deja con la sensación de haber presenciado una ilusión sin sustancia.

El mes pasado hablé sobre la anticipación a Napoleón, nueva cinta de Ridley Scott, un filme prometedor, con todos los ingredientes para el éxito. Aunque este enero deseaba contar las películas más esperadas de 2024, tras finalmente ver la obra, me siento obligado a escribir sobre la misma, como una advertencia para quienes, al igual que yo, deseaban descubrir su historia.

La ambición del cine por recrear la grandeza histórica no siempre garantiza un buen resultado. Esta cinta, es ejemplo de ello. Con un elenco de renombre encabezado por Joaquín Phoenix y Vanessa Kirby, y respaldado por una impresionante producción, la película prometía. Sin embargo, la realidad es decepcionante.

Desde el inicio, la película deslumbra con su exquisita fotografía y detallados vestuarios, evidenciando el enorme presupuesto del que dispuso. Las actuaciones son destacables, especialmente la de Phoenix, quien se sumerge en el papel de Napoleón con convicción. Vanessa Kirby aporta una presencia magnética como Josefina, aunque su personaje carece de desarrollo significativo. 

Sin embargo, donde adolece es en su narrativa, producto de un guión desarticulado que deja a la deriva la trama y los personajes. Los hechos se suceden sin una clara conexión, dando la sensación de que la historia carece de dirección. Los personajes parecen actuar de manera inconsistente, contradiciendo sus propias motivaciones y dejando al espectador desconcertado.

El mayor pecado de la película es su longitud excesiva y su falta de ritmo. A medida que avanza, la trama no logra capturar el interés ni construir un clímax satisfactorio. La película se extiende sin rumbo fijo, haciendo que el espectador se pregunte constantemente cuál es su propósito. La falta de foco y la ausencia de un hilo conductor claro hacen que la experiencia sea tediosa y frustrante.

En resumen, la película de Ridley Scott es un ejemplo de derroche de recursos en pos de una visión que carece de cohesión. Aunque cuenta con elementos técnicos destacables y actuaciones sólidas, su fallido guión y su falta de dirección la convierten en una propuesta decepcionante. En lugar de sumergirnos en la grandeza, Napoleón nos deja con la sensación de haber presenciado una ilusión sin sustancia.

 

Que decepcionante. Sin más que agregar, soy Cristóbal Ruiz Gaytán… Sáltate esta función.