Mario continúa por amor y dedicación con un oficio olvidado
POR FÁTIMA GARAY
Por más de 20 años, Mario Medina, originario de Colima, ha dedicado su vida a ser bolero, un oficio que se remonta a los años 30 en México y que ha sido poco valorado, pero para Mario el jardín Núñez es como su segunda casa a donde todos los días acude a realizar su jornada.
Se estima que en la capital colimense, existen un aproximado de 10 boleros. “La situación está muy mal… antes podías ver aquí en el jardín a más de 20 personas trabajando de lo mismo e incluso a niños con sus banquitos por la calle Madero… ahorita ya quedamos muy pocos”.
Y es que aunque Mario cuenta con el bachillerato técnico en administración, se dedicó a ser bolero por la discriminación a la que estaba sujeto.
“Mi problema viene de recién nacido… tuve oportunidad de estudiar, mis papás trabajaban duramente para poder darnos lo necesario a mis hermanos y a mí. Cuando yo quise comenzar a trabajar, me negaban la oportunidad por estar en muletas o silla de ruedas…”.
Fue justamente ahí, con 25 años de edad, que cansado de la situación decide volverse bolero gracias a la oportunidad que le dio su amigo Antonio Rayos.
“Lo primerito que hice fue comprar la silla para bolear, antes usaba un banquito de madera”.
Asegura que con el paso del tiempo la situación se ha tornado complicada. Señala que cuando él comenzó, boleaba hasta 60 pares de zapatos al día; hoy, bolea la mitad. Sin embargo afirma que cada día conoce las historias de sus clientes, quienes además de bolearse los zapatos, llegan a contarle parte de sus vidas.
“Los días malos son los días de lluvia porque se mojan los zapatos, no quedan igual que si hubiera sol y dura muy poco el brillo… pero estamos en Colima, aquí tenemos un clima de mucho sol”.
Para Mario ser bolero ha sido un oficio que seguirá haciendo hasta que no pueda más y aunque dice no ser bien remunerado, él lo realiza con mucha pasión, profesionalización y dedicación.