Cada año los habitantes de Villa de Álvarez construyen una plaza de toros de forma artesanal para que sea disfrutada por miles de personas.

 

La Petatera es una obra arquitectónica que es construida y desmontada cada año en manos de artesanos del municipio de Villa de Álvarez, en el estado de Colima. Estos trabajadores no estudiaron alguna carrera para este medio, sino que el conocimiento de armar una de las plazas de toros, de la que se dice, más importantes de México de forma artesanal, lo llevan en la sangre ya que es un conocimiento adquirido de generación en generación con el único objetivo de preservar lo que hoy es una tradición.

Esta peculiar plaza de toros está formada estructuralmente por un entramado de especies de madera, que solamente se encuentran en la región, amarradas por sogas de ixtle y petates. La obra se inicia una vez que se traza el centro del terreno creando el círculo que definirá el ruedo con unas medidas de 55 metros de diámetro y una superficie construida cerca de los 3 mil metros cuadrados. Alrededor de éste se sitúan gradas con una capacidad aproximada de 5 mil espectadores que se dividirán en 70 secciones, o tablados, los cuales pertenecen a las 70 concesionarios que son quienes almacenan, construyen y, posteriormente la desmantelan.

Su construcción es sorprendente ya que los artesanos son capaces de crearla en seis semanas y derrumbarla en un solo día. Cabe señalar que a pesar del clima o los terremotos nunca se ha caído.

Este magnífico lugar, que es Monumento Artístico de la Nación y Patrimonio Cultural de México, ha albergado en su ruedo a toreros de talla mundial tales como Silverio Pérez, Carlos Arruza, Luis Procuna, Joselito Huerta, Pablo Hermoso de Mendoza, entre otros.

Origen

El profesor Abelardo Ahumada, presidente de la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciudades del Estado de Colima, detalla que los antecedentes del coso taurino, de las cabalgatas y las toreadas se remontan a 1523 con la llegada de los españoles quienes trajeron animales consigo, tales como los toros y los caballos.

“Colima era zona de muchos pastos que, con la llegada de los españoles, fueron utilizados para la cría de vacuno. Debido al crecimiento de producción y la falta de corrales empezaron a aparecer las marcas de fierro en los herraderos donde hacían un corral, y ese fue el inicio de la fiesta brava aquí en nuestra región”.

Hacia 1668, debido a las afectaciones de ciclones y terremotos, los habitantes de Colima, católicos en su mayoría, pidieron ayuda a las divinidades por lo que asignaron como santo patrono a San Felipe de Jesús a fin de que los protegiera de las calamidades, específicamente de los temblores y la actividad volcánica.

“En la Plaza Real de la Villa de Colima, lo que hoy es el jardín Libertad, por órdenes del alcalde mayor, sus habitantes salieron a recibir la imagen del santo hasta la orilla de la población y se vinieron a pie y otros a caballo hacia el templo donde hoy es Catedral y justamente así fue como dieron inicio el recibimiento y las cabalgatas. En este evento las autoridades leyeron un juramento donde prometían realizar fiestas solemnes cada cinco de febrero a cambio de que el santo los protegiera”.

Debido al exceso de multitud que se formaba en las fiestas, la plaza se movió a diversos lugares como la Piedra Lisa, el jardín de la Concordia, etc. A finales del S.XIX llegaron extranjeros quienes presionaron para que las autoridades municipales de Colima desistieran de estas fiestas siendo retomadas por los alcaldes de Villa de Álvarez.

El ruedo

Una vez en Villa de Álvarez se formó un corral de palos para los toros donde comenzaron a construir los tablados como graderías. Debido al sol, los habitantes empezaron a pedir una forma de cubrirse por lo que tuvieron en cuenta el ejemplo de la plaza de toros en Manzanillo la cuál eran cubiertas con trozos de vela de barco, tomando la decisión de cubrirse del sol con petates de tule traídos de la Laguna de Zapotlán.

Durante los años, el corral se fue perfeccionando llegando un momento en el que su estructura pasó de ser cuadrada a redonda, asemejándose a las plazas de toros de los españoles. Como su crecimiento era cada vez mayor, en diversas ocasiones se decidió mover de lugar hasta llegar a su ubicación actual en Villa de Álvarez.

“Aquellos que la construyen tienen la particularidad de que, algunos de ellos, también trabajan en las salinas, por lo que después de desarmar La Petatera, se van a trabajar en la sal a Cuyutlán”. 

Asimismo el profesor Abelardo detalla que, como dato curioso, el nombre de Petatera proviene luego de que unos estudiantes la nombraran así de forma despectiva ya que anteriormente tenía el nombre de Plaza de toros de Villa de Álvarez.

“Representa un bien que fue replicado muchas veces en todo el occidente de México pero que ya casi no se usa en otras partes y por eso se conserva tan bien en Villa de Álvarez la tradición. Es un bien cultural que hay que reconocer que es el producto de un trabajo colectivo que mantiene viva una tradición que ya es más de cuatro siglos y medio, y eso sería digno de tomar en cuenta”.