En la historia del cine occidental, posiblemente no exista saga más importante que la de James Bond. Por supuesto hay tendencias y grandes franquicias que acumulan el ojo del público constantemente, pero Bond posee algo que atrae a las audiencias nuevamente, filme tras filme, y lo ha mantenido atento por más de 25 años. Es importante por lo mucho que ha definido y redefinido al cine, no solo al de acción.

Algunos ejemplos de lo mucho que ha marcado a la cultura el agente 007 a través de sus 24 películas podemos encontrarlos en los elementos narrativos que ha heredado a la creatividad de innumerables autores. El personaje central como un carismático aunque peligroso ser humano; la femme fatale que se populariza gracias a las incontables chicas Bond; el supervillano extravagante que suele monologar sobre su plan malvado; incluso el recast de protagonista, que hoy luce tan común para el cine comercial, todos sellos de esta serie de filmes que en su historia cuenta con 14 nominaciones el Oscar y 6 icónicos actores que han encarnado al agente secreto más popular de la historia cinematográfica.

Esa apropiación de elementos se han notado mucho en los últimos filmes, interpretados por Daniel Craig, que se despide este mes con su última ocasión actuando con licencia para matar, en No time to die, atrevida aventura del espía que, además de romper con muchos clichés de la saga, busca sentirse moderna y atrevida para el público actual.

El filme cumple con las expectativas (aunque deja mucho que desear en su última media hora) pero abandona a los fanáticos con preguntas que son dignas de análisis. ¿Quién será el nuevo Bond? ¿Qué elementos de la fórmula deberán cambiar por las nuevas tendencias ideológicas, y qué elementos pueden modificarse?

Son cuestiones interesantes, no solo por lo que implica para la franquicia, sino por lo que dice de nosotros como sociedad. ¿Hemos cambiado genuinamente, o solo exigimos el cambio para pretender una realidad que se aferra a existir? Por ejemplo, en la promoción camino a la película se anunció que la nueva 007 en la película sería una mujer afroamericana. Esta noticia, en su momento, dividió a internet (y pronto se vio opacada por el inicio de la pandemia) mostrando muchos colores en un mundo “moderno”. Desde comentarios raciales hasta argumentos sostenidos sobre la interpretación o reinterpretación de un personaje ficcional, las opiniones eran diversas y no siempre amigables.

Bond ha alcanzado ese estatus para gran parte de la población. Su longevidad en la ficción masiva le otorga la calidad de portavoz de las audiencias y sus luchas. En sus orígenes, era machista, elegante, serio, casi inexpresivo. En la Guerra Fría peleó contra los rusos, durante los noventas contra los norcoreanos, hoy contra bio terroristas y sembradores del caos. Hasta la moda atraviesa su personalidad, con su famoso sombrero de los años 60, los pantalones acampanados de los 70 o el traje slim fit que está de moda actualmente.

Bond refleja lo que somos, lo que buscamos. Siempre será interesante verlo desde un presente, y descubrir la cápsula del tiempo que encierra en sus martinis… Batidos, no revueltos.

Sin más que agregar, soy Cristóbal Ruiz Gaytán… Disfruten la función.