La música, un fiel compañero a lo largo de la vida, también encuentra su eco en la muerte, recordándonos la fugacidad de la existencia y la importancia de honrar a quienes partieron. En esta temporada de Día de Muertos, las melodías nos invitan a reflexionar y recordar con amor a nuestros seres queridos.

Por: Claudia Jiménez

“Muere el sol en los montes con la luz que agoniza, pues la vida, en su prisa, nos conduce a morir”, versa una estrofa de las obras representativas mexicanas más importantes que hablan de la muerte. La música siempre nos acompaña, desde que nacemos, mientras nos cantan arrullos, más tarde los juegos y rondas infantiles, mientras caminamos por la calle tarareando una canción o en el coche cantando con la radio. Así toda época de nuestra vida siempre puede ir de la mano de una canción, incluso la muerte. 

Muchos compositores a lo largo de la historia se han inspirado en el sueño eterno, primeramente conoceremos la famosa llamada Melodía de la Muerte; la célebre Sonata en si bemol menor de Frédéric Chopin; la mejor conocida Marcha Fúnebre de Chopin, con unos acordes pausados que evocan el sonido de las campanas en una procesión y súbitamente una suave melodía, que bien podría insinuar la calma y quietud del descanso eterno. Años después, Sir Edward Elgar realizó una versión orquestal, que fue tocada durante el entierro del compositor, así como de numerosas figuras representativas de la historia como J.F. Kennedy, Winston Churchill, Margaret Thatcher, entre otros. 

Si de muerte hablamos, sería importante mencionar el Réquiem, una obra musical para difuntos basada en textos litúrgicos. El Réquiem más famoso es el de Mozart, por el misterio que envuelve la propia muerte del compositor, que se dice que días antes de morir, un misterioso hombre llegó a su puerta a pedirle dicho encargo; aunque el de Mozart es de los más tocados, hay varios Réquiems que valdría la pena conocer, como el Réquiem de Verdi, que contiene gran influencia del género operístico, el Réquiem de Fauré, el Réquiem de Brahms, etc. 

Otro compositor que escribió una marcha fúnebre es Ludwig Van Beethoven, en su tercera sinfonía La heróica, que originalmente pensaba dedicar a Napoleón Bonaparte. Dicha obra fue tocada mucho después, en la muerte del presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt. 

En diferentes culturas, la música siempre ha estado presente, sin embargo, no en todas tiene un carácter triste y nostálgico. Por ejemplo, en Nueva Orleans se tocan piezas musicales con ritmos tropicales, celebrando la vida. En México no hay que olvidar que muchas veces los funerales son acompañados de un mariachi con obras como Amor eterno, Dios nunca muere, Cuatro cirios, o La llorona. Así, numerosos artistas han escrito inspirados en lo efímero de la vida; podemos recordar Dust in the wind del grupo Kansas, que nos recuerda que todo es pasajero; Freddie Mercury escribió en sus últimos días de vida The show must go on, que además de ser un adiós del músico, nos invita a vivir la vida intensamente; otra canción muy famosa es Tears in heaven que Eric Clapton escribió tras la pérdida de su hijo. Por último, quiero mencionar una canción latinoamericana del compositor Silvio Rodríguez El unicornio azul, compuesta en honor a su amigo Roque Dalton, quien fue sentenciado a muerte por la guerrilla salvadoreña al creerse que colaboraba con la CIA. 

Son numerosas las canciones inspiradas en el sueño eterno y que sin duda, este Día de Muertos valdría la pena escuchar mientras recordamos con amor a nuestros seres queridos, que por circunstancias de la vida en esta “frágil existencia milagrosa y casual”, los han devuelto al firmamento.

 

Por: Claudia Jiménez

Licenciada en música concertista solista en instrumento orquestal y docente.

Facebook: Claudia Jiménez

Insta: claudiajimenezs

Twitter: Claudiaitzelj

Correo: claudiaitzeljs@gmail.com