Actualmente vista más como documental que como obra de ficción, “La Ley de Herodes”, dirigida por Luis Estrada y estrenada en 1999, es una película mexicana que ha dejado una marca indeleble en la historia del cine nacional.
Una sátira política precisa y contundente que habla de la exageración, el ego, la centralización del poder y los abusos desmedidos que provoca, pero sobre todo, que habla de la idolatría y la falta de conciencia individual, aspectos que siento son el centro de la historia y, lamentablemente, son los más olvidados.
Ambientada en los años 40 y 50 en México, narra la historia de Juan Vargas, un modesto albañil que se convierte en presidente municipal de un pueblo remoto y que poco a poco se sumerge en el mundo de la política, descubriendo y practicando la corrupción, el cinismo y la brutalidad.
Se trata del individuo, porque más que atacar al sistema en su conjunto, habla sobre la fragilidad del hombre al dejarse seducir por el poco poder que obtiene. El pueblo es pequeño, olvidado, pobre. Ser presidente municipal del mismo resulta igual a ser presidente de un pedazo de tierra que no ofrece nada, y aun así, Juan se ahoga con su autoridad, con la capacidad de mandar a otros, de hacer lo que le place, ajeno a las consecuencias.
Es una metáfora increíble sobre la gran deficiencia que tiene nuestro sistema: las personas. ¿El sistema no funciona, o sus individuos no están preparados para manejarlo? ¿De quién es la culpa? Al final de cuentas, dentro de la película los integrantes del pueblo no se quejan hasta que es muy tarde, hasta que los abusos son excesivos y comienzan a afectarles directamente. Están felices mientras no les incumba lo que hace su autoridad, pero cuando comienzan a sentirse afectados, su única reacción es tomar las armas, sin encontrar ninguna solución, pues nadie busca asumir la responsabilidad del liderazgo. Simplemente esperan a que llegue alguien nuevo, con la esperanza de que sea mejor que el anterior.
Un reflejo triste y un mensaje importante, más aún en este periodo. ¿Debemos adorar ciegamente? ¿Debemos ser pasivos ante la política? ¿Debemos creer que los individuos pueden ser ajenos a la seducción del poder? Son preguntas relevantes que pocas veces nos hacemos. Por suerte, tenemos un Luis Estrada que nos ayuda a recordarlas.
Una buena película para ver antes de ir a votar. Sin más que agregar, soy Cristóbal Ruiz Gaytán… disfruta la función.