¿Existe alguna figura más prominente en la cultura histórica que aquella del médico? Profesión milenaria que ha trascendido por la naturaleza imprescindible de sus responsabilidades, su imagen ha creado todo un mito que suele compartirse entre generaciones, pues siempre resulta una labor respetada sin importar la geografía del lugar, el nivel educativo de su gente, ni las costumbres entre los pueblos.
Sin embargo, en la modernidad existe otro aspecto de esta vida que suele despertar admiración entre la comunidad, pues al momento de elegir un proyecto de vida, la juventud es confrontada con la idea del sacrificio que implica vivir de la medicina, representado por ese periodo de tiempo (a veces tan amplio) dedicado a su preparación intelectual.
Es curioso, pese a los avances tecnológicos, que en teoría deben de facilitar labores médicas, se ha forzado de forma indirecta a la ampliación del periodo de estudios que requiere un profesionista de la salud para trascender en su área. Tenemos, en la medicina moderna, especialidades para cada parte del cuerpo humano. Nuestro doctores (comprometidos a su construcción personal) son los mejores que hayan existido en la historia, y nunca antes, como hoy, hemos perfeccionado a puntos impensables el cuidado de nuestro organismo, y de nuestra mente. La medicina, conformada por estos hombres y mujeres que optan por entregar por lo menos una década de su vida juvenil a la educación, se ha vuelto el sistema motor de nuestra humanidad.
De ahí que este mes en Decisión dediquemos nuestro número a un grupo de estos médicos, que resaltan por su dedicación, por su esfuerzo y por su estudio. No son sólo humanos comprometidos con sus labores, sino gente apasionada con lo que hacen, con esa tarea que muchos podrían decir, es la más noble que nuestra raza ha creado.