Lugar que contiene los vestigios coloniales más antiguos que quedan en el municipio de Colima.

Por: Fátima Garay

Imaginémonos un Colima prehispánico… una zona donde los pobladores tenían sus hogares en La Campana y caminaban diariamente varios kilómetros para explorar y realizar sus quehaceres…De acuerdo al Instituto Nacional de Antropología e Historia, el actual jardín de San Francisco de Almoloyan nace para alabar a los dioses, un papel que sigue teniendo hoy en día. 

 

De acuerdo al historiador y cronista del municipio de Colima Abelardo Ahumada  señala que este lugar simboliza las orillas de la ciudad y que tras el paso del tiempo quedó escondida bajo la tierra.

 

“Alrededor de este lugar existen piedras  labradas que nos dan una idea de que había un pequeño templo de los indígenas que tenían dedicado a sus dioses. Posteriormente usaron las piedras para base de los muros de las nuevas construcciones. Actualmente si buscas bien podrás encontrar algunas de ellas”.

El historiador narra que cuando llegaron los españoles a lo que hoy es el centro de la capital, desplazaron a algunos indígenas y se encontraron con que a un par de kilómetros de ahí había otro pueblo de indígenas que se llamaba “Alolonia” o “Almoloyan”. Una vez que habitaron el pueblo, debido al racismo de la época, evitaron que los indígenas salieran de ese lugar.

 

“Los usaban en condición de esclavos para que trabajaran para ellos ya sea sembrando, cultivando su propio maíz, les daban muy malos tratos y no les pagaban”.

Señala que aproximadamente en 1551 llegó Lorenzo Lebrón de Quiñones, visitador real, quien tras un extenso viaje de tres años, recorrió desde Compostela, Nayarit, hasta Colima en donde se decidido a detener el abuso de los españoles a los indígenas construyendo un convento franciscano.

 

“Con ayuda de los conventos aledaños le otorgaron tres frailes y en 1554 empezó la edificación de este convento, llamado “San Francisco de Almoloyan, y fue justamente aquí donde comenzaron a edificar sobre la base del templo de los indígenas”.

 

Las funciones eran simples… cristianizar  y educar a los indígenas, eliminar el abuso de los españoles y realizar una huerta. Sin embargo, debido a las epidemias de la época se pidió permiso al Virrey para mover gente de Chiapa, Coquimatlán y Comala y reunirlos en el convento. Los estudios que recibían eran de agricultura española o caribeña, alfabetización en lengua castellana así como rudimentos como leer, escribir y cortar. 

Con el paso del tiempo se fundó, en este mismo lugar, un hospital de caridad para huérfanos, ancianos sin familia y personas desamparadas. En 1767 hubo un desacuerdo eclesiástico donde los frailes franciscanos no sucumbieron al control del Obispo de Michoacán, por lo que éste los envió a Guadalajara poniendo en su lugar a  sacerdotes dependientes del Obispado michoacano.

 

En 1881 se registró un gran terremoto que sacudió toda la región dejando en ruinas templos y hogares colimenses. El cura José María Gerónimo Arzaq estableció una capilla dedicada a Santa María de Guadalupe con todas las cosas que pudo rescatar. Esta capilla se ubicó en el jardín principal de Villa de Álvarez y continúa hasta nuestros días.

 

La reconstrucción de San Francisco de Almoloyan continuó durante varios años.

“Aún durante la rebelión cristera el seminarista Miguel Anguiano Márquez se convirtió en general de los cristeros y durante los años 40´s fue cuando terminó de edificar el templo en su condición actual. Desde aquí se desprenden todas las parroquias que hoy comprenden Minatitlán, Coquimatlán y Comala… “.

 

El historiador afirma que fue en 1973 cuando el gobernador Arturo Noriega Pizano ordenó destruir las ruinas que quedaban y mantener las que hoy podemos ver.

 

Existe una leyenda urbana que señala que desde este lugar hasta la Catedral de la capital hay registro de túneles que se utilizaban para ir a conventos y tener tratos carnales con las monjas, sin embargo esto es falso, así lo señala el historiador.

“Hace unos años le pregunté esto mismo al padre Florentino Vázquez Lara y me comentó que no son túneles, sino que son las alcantarillas de antes que para construirlas bajaba una persona con un banquito que para hacerlas extendía sus manos y formaba una bóveda. Desde el jardín salía una bóveda que se llevaba el agua de las lluvias al arroyo de Pereira siguiendo el callejón de Las Huertas del Cura”.

 

Hoy en día se puede observar una de estas bóvedas que pasa por el río que se encuentra a espaldas de Catedral y el cual desemboca detrás del Colegio Fray Pedro.

“A los colimenses les pido que disfruten este jardín que fue construido en una parte de las ruinas de lo que fue el convento y la huerta. Sin duda, unas ruinas que aún hoy se pueden ver a simple vista y que debemos admirar cada vez que pasamos un momento por aquí”.