Desde que el hombre está sobre la tierra, la belleza ha sido uno de los dones más apreciados. Para los griegos la belleza estaba en la armonía de las medidas, las proporciones y la simetría. En la Edad Antigua el estereotipo era la piel blanca, las caderas anchas y los labios carnosos. Luego en la Edad Media esto cambió por mujeres esbeltas de senos pequeños y caderas angostas. Y así, las personas durante siglos han ido “adecuándose” a los estándares de belleza vigentes. ¿El resultado? millones de personas con desórdenes alimenticios por hacer de un cuerpo naturalmente voluptuoso, uno talla cero. Otras tantas, deformadas por procedimientos invasivos muchas veces realizados por personas sin escrúpulos lucrando con las inseguridades y promoviendo, en pos del tan anhelado estándar de lo bello, un resultado pocas veces atractivo.
Si estamos en las manos de profesionales siempre podemos mejorar nuestra imagen física, pero la belleza real surge de un lugar al que no acostumbran acudir los millones de personas que anhelan ser más atractivas; surge de tu interior.
Se forma en una plena conciencia de tu valor como persona, destacando tus cualidades, habilidades, talentos y pasiones. De una autoestima sana y compasiva en la que te des el permiso de fallar, pero también tengas la confianza de saberse capaz de cumplir tus sueños.
La belleza surge del autocuidado, y esto habla de la capacidad de alimentarte sanamente, de no fumar, tomar alcohol con moderación, ejercitarte todos los días y de asistir a los chequeos médicos propios de tu edad.
La belleza está en la disciplina de todos los días para realizar una actividad que te haga poner la mente en calma, como meditar, rezar, salir a caminar en silencio. Para darte un espacio para jugar con los niños, para reír con los amigos, para acariciar una mascota.
La belleza surge del disfrute y el sentido de merecimiento para realizar periódicamente esa actividad que amas y en la cual no sientes el paso del tiempo porque te genera plenitud.
Soy atractivo o atractiva, cuando tengo la capacidad de verme en el espejo sin maquillaje, sin peinar, cuando acabo de despertarme, pero siento orgullo y aprecio por la persona que se refleja, si sonrío al verme, entonces déjenme decirles que pese a lo que diga la mercadotecnia, ustedes son bellos y eso lo reflejarán a donde vayan.
Me encanta escribir para ustedes y espero sus comentarios en mis redes sociales.
Carmiña Mejía
Experta en imagen y protocolo, conferencista y escritora
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