POR FÁTIMA GARAY

En el punto más alto de la capital colimense se encuentran más de cuatro campanas que cada día resuenan a kilómetros a la redonda y en cada campanar cuentan las historias que han pasado por este lugar.

Si miramos hacia arriba, podemos encontrarnos un mundo nuevo que guarda infinidad de relatos, una de ellas está ubicada en el punto más alto de la capital colimense, se trata del campanario de la Catedral de Colima; un lugar emblemático de la historia colimense que se ha ido transformando en cada sonido de campana.

José Agustín Giletta trabaja en el archivo histórico del municipio de Colima desde hace varios años, oportunidad que le ha otorgado observar y memorizar fechas de acontecimientos únicos ocurridos en este lugar.

Los documentos arrojan que la Catedral comenzó su construcción en 1532, la cual en aquel entonces fue construida de zacate; luego, en 1690 la iglesia fue remodelada con ladrillo, para después, en 1862, ser nombrada Catedral gracias al cura José Ramón Arzac.

“Éste último cura fue quien le pidió autorización al obispado de Guadalajara para comenzar a transformar la iglesia en una catedral. Ahora es nombrada Catedral Basílica de Colima”.

En cuanto al estilo, José Agustín señala que se categorizan en neoclásico debido a los detalles que existen en las columnas de las torres, las cuáles son helénicas y latinas.

“Es un placer estético. Las torres que vemos en la actualidad no son las originales, sino que los sismos de 1900, 1932 y 1941 afectaron al campanario, siendo ésta última la más drástica ya que terminó sobre la calle Madero”.

Asegura que en un principio el campanario era un poco más bajo y la cúpula era triangular, siendo ésta más alta con una arista mucho más aguda, pero por los desastres naturales, la edificación cambió totalmente. El último diseño data de 1957, cuyas modificaciones hicieron que las torres y el campanario se elevaran y disminuyera la cúpula central.

“Esta iglesia nos identifica porque es el lugar donde por primera vez nació la historia del estado de Colima. Desde entonces estas torres han sido testigo de nuestro devenir como pueblo y nos dan una raíz que nos permite decirnos “colimenses”.