Colimote de corazón

POR FÁTIMA GARAY

Baldomero Larios Cuevas es un hombre que se ha caracterizado por ser apasionado, trabajador y buena gente. Las ganas por trabajar y aprender algo nuevo lo llevaron a convertirse en uno de los personajes más icónicos del territorio colimense.

MICHOACANO DE NACIMIENTO, COLIMENSE DE CORAZÓN
Nace en 1931 en una familia que de aquel entonces vivía en Villa Corona, Michoacán. A los seis años, la familia decide viajar más de 400 kilómetros para hacer una visita al señor de la Expiración, cuyo templo se sitúa en Rancho de Villa, Colima. Debido a las creencias de la familia se asientan en tierras colimotas.

Siendo hijo único, su padrastro, Esteban Sandoval comenzó a curtirlo en diferentes oficios como la música, el calzado en gamuza, chamarras de piel y trabajo de campo, sin embargo, Baldo, con 9 años, no mostró interés por estas labores.

“Para mi mamá yo era su diosito, así que me traía muy bien presentado, pero cuando trabajaba la gamuza, la piel de venado, por más que me bañaba, apestaba. Iba al cine Alameda y la gente decía, ‘qué huele tan feo’, y yo decía para mí: “Es Baldo”, y me daba mucha pena”.

SABOR A COCO

En 1948, con 17 años de edad, Baldomero decide introducirse en el negocio de la tuba y aunque su familia le enseñó cómo comenzar, él perfeccionó la técnica durante los años.

“Todos los días salía a las seis de la mañana a las calles. En aquel entonces el aire era húmedo, lo que hacía que las palmas estuvieran mejor. Escogía una palma, le hacía los escalones y me trepaba hasta arriba para ver cuántos cocos tenía. Los cortaba y les sacaba todo el jugo que se podía”.

Cuenta que al principio comenzó a vender en los restaurantes; su recorrido pasaba por la calle Torres Quintero y llegaba al mercado Constitución vendiendo la tuba que bajaba con tanto cariño.

“Cada palma daba 3 litros en la mañana y 3 en la tarde… debo decir que es bonito, pero es muy peligroso, debes saber bien qué haces”.

Cuando comenzó, afirma, existían cinco tuberos en la región: Pablo, El Jorongo, Julio, Don Gerónimo Bautista y él, quienes perfeccionaron la técnica que ha perdurado a través de las décadas. Asegura que en parte de que le fuera tan bien, es por el territorio pequeño que comprendía Colima en aquel entonces.

“Todo lo que veíamos eran palmas y monte. La ciudad llegaba hasta la Calzada Galván y hasta Pino Suárez. Duré diez años vendiendo así. Cuando comencé ganaba 10 pesos al día”.

 

Durante 10 años, Baldo estuvo vendiendo la tuba por las calles cargándola con balsas rústicas que pendían de sogas atadas a un palo que cargaba a la espalda para vender esta exquisitez.

UN PASEO POR LA UNIVERSIDAD

Luego de esa década de recorrer día con día las calles colimenses, decidió ir a vender afuera de las escuelas. Señala que uno de los momentos que más recuerda es que le vendió tuba a la primera generación de licenciados de la Universidad de Colima, que en aquel entonces se situaba en la calle 27 de Septiembre. Desde entonces ha convivido con generaciones de estudiantes que se han convertido en médicos, enfermeros, abo


“El rector de aquella época era Jaime de la Madrid. Un día que estaban jugando los estudiantes de Armería, Tecomán y Manzanillo, se acercó a mí y me dijo que me acercara a ellos a venderles tuba, pero como yo estaba afuera, no me atreví a entrar porque quizás se enojaría el rector, pero este señor muy amablemente me dijo que él ocupaba ese cargo. Le caí muy bien y por eso me dio permiso de entrar todos los días a vender”.
gados, comunicólogos, contadores, administradores, psicólogos y hasta políticos, con los que creó un lazo único que hace que en la actualidad lo sigan recordando con cariño.

Durante su paso por esta institución académica, algunos estudiantes le tomaron la confianza suficiente como para contarle sus experiencias de vida, a lo que él siempre respondió con sabios consejos.

“A los chamacos les hace falta un buen consejo de sus maestros, de sus papás. Además, ahorita ya no saben historia, no saben qué presidente fue bueno, cuál fue malo, cuál fue traidor”.

Y con los egresados, cuando Baldo los encuentra, con su buena memoria, también les recuerda sus compromisos, en lo que habían dicho cuando eran estudiantes. No se le olvida.

Su gusto por convivir con los jóvenes, de escucharlos y darles consejos, hicieron de Baldo un personaje icónico en la Universidad de Colima. Asegura que si hubiera podido estudiar, le encantaría haber sido maestro de Historia.

“He leído mucho de filosofía, por eso el gobierno hace lo que quiere porque la gente no lee. Por eso les digo, tomen tubita pa ́ que se les quite lo nanguito, estudien y serán chingones”.

Con entusiasmo y cariño recuerda una de las anécdotas que marcó su vida.

“El ex gobernador Silverio Cavazos, que en paz descanse, decía a los estudiantes: “Miren muchachos ¿por qué creen que soy lo que soy? Por la tubita de Don Baldo, eso fue lo que me quitó lo `nanguito ́ ”.

Gracias a su esfuerzo y dedicación recibió el reconocimiento al “Mérito Emprendedor 2013 del municipio de Colima”, así como al “Mérito Cívico `Lo Mejor de Colima 2014”.

EL SECRETO DE UNA BUENA TUBA

Baldo señala que esta bebida ayuda a eliminar bacterias que se tienen en el estómago, pero hay que saber dónde y cómo pedirla, es por ello que recomienda tomarla en ayunas recién bajada de la palma.

“Si tú sufres de cuestión de falta de sangre, tomar tuba te ayudará con este problema y a volverte más listo que los demás”.

Asegura que este método hace que el sabor del coco no se pierda y se mantenga intacto, pero no todos los que la venden bajan la tuba de la palma.

“Hay muchos flojos. La tuba se debe tomar por la mañana y con bolillo. La tuba que sale ahorita y que venden muchos tuberos está mala porque ellos no la bajan y al comprarla no saben si es de la mañana o de la tarde… al final acaban mezclando las dos y no saben buenas”.

El secreto, asegura, es que la tuba de la mañana es la auténtica y la de la tarde es la dulce, entonces lo que hay que hacer es subirse a la palma dos veces al día para venderla fresca. Señala que el que los tuberos no hagan esto, hace que se pierda el sabor de una tuba auténtica.

LA JUBILACIÓN

Los años de tubero hicieron a Baldo feliz. Gracias a la tuba pudo sacar adelante a su esposa Vicenta y a sus siete hijos.

“De aquí estudiaron mis hijos y ahorita son todos unos profesionistas… tengo contador, ingeniero agrónomo y cinco maestras y todo de la tubita, es una chulada”.

Los últimos años Baldo estuvo vendiendo su tuba en el cruce de la Avenida Felipe Sevilla del Río esquina con Camino Real, así como el bachillerato de la Universidad de Colima.

Con 89 años cumplidos y mucha insistencia de sus hijos, Baldo decide jubilarse en los primeros meses del 2019 después de varias décadas siendo tubero.

“No pude encontrar a un tubero que yo considerara bueno para que él vendiera mi tuba… es una lástima. Mis hijos, hijas y nietos me pidieron que ya me jubilara”. Ahora su familia se encarga de cuidarlo y él disfruta de cada uno de los momentos con sus nietos y sus hijos. Además, asegura que cada día recuerda los momentos que vivió durante 71 años por los clientes que tuvo gracias a una de las exquisiteces de Colima.