«La dicotomía entre desarrollo y sostenibilidad es falsa, sin planeta no hay economía que valga» – Al Gore

En la pasada entrega profundizamos un poco acerca de cómo nuestra escala de valores nos permite de gozar de mejor salud. En esta ocasión hagamos una reflexión de la manera en que afectamos la salud de este planeta que habitamos.

Las definiciones para tratar el tema se han vuelto variadas y abarcan muchos contextos, desde la añeja materia de las escuelas «ecología», (término desarrollado a inicios del siglo XX que viene de palabras griegas que se entienden como «el estudio de la casa») hasta conceptos modernos como sostenibilidad que no es más que el equilibrio de una especie y los recursos que la rodea.

¿Cómo mi empresa afecta la salud de la tierra? Independientemente del giro que tenga nuestro negocio, somos responsables como empresarios y ciudadanos, de la manera en cómo tratamos a este único planeta en que podemos por el momento vivir. Dentro del marco de nuestras operaciones, debemos (así, en imperativo) considerar estrategias que nos ayuden a evitar, reducir o separar los desperdicios, hacer más eficientes los recursos naturales con los que contamos y procurar reusar, reciclar los mismos.

Una de las tendencias más usadas en el sector empresarial es el de las tres erres, «reducir, reusar y reciclar» y en fechas más recientes se han adherido más «erres» para nutrir esta estrategia ecológica. Se habla además de reparar, redistribuir reflexionar y reclamar. Con estas 7 alternativas de manejo de residuos se intenta mejorar el equilibrio que tenemos entre lo que consumimos y lo que el planeta puede producir. Porque ahí está la clave de todo.

Es la «huella ecológica» la que nos permite entender el impacto que tenemos en la vida de la tierra. Esta es una medida de tipo biofísica y se usa a nivel mundial. Se expresa en hectáreas globales (hag) y es un indicador del impacto que tiene nuestro consumo en la capacidad del planeta para producir estos insumos. En términos prácticos, define la cantidad de espacio que cada uno de nosotros requiere para subsistir.

Hace un par de años, la huella ecológica global daba como resultado que requeríamos 1.4 planetas para vivir. En este año la cifra va en un 1.75 planetas. Junto con esto, la organización responsable de este cálculo ha definido, desde 1986 el «día del sobregiro del planeta» es decir, el día en que los recursos se agotan en el mundo, según nuestro consumo. Es el día en el que si el planeta decidiera «cerrar» la llave de sus recursos, ya no podríamos consumir nada. Ya para el 2003 el día del sobregiro era el 22 de septiembre, en el 2018 el 1o de agosto y en este año el día llegó el 29 de julio. Cada vez se aleja más del fin del año, lo que nos deja en números rojos, pidiendo recursos de años futuros. Nosotros como país estamos un poco mejor que el resultado global, siendo el 17 de agosto el día en que sobregiramos al planeta.

¿Qué nos toca a nosotros como empresarios? Diseñar estrategias y gestiones diarias que nos permitan evitar al máximo los desperdicios y cuidar qué y cómo consumimos nuestros insumos. El cuidar el planeta no es solo una moda, es la conciencia de saber el impacto que tienen nuestras acciones como empresas y las decisiones que como empresarios tomamos al respecto. Hablar con nuestros proveedores, hacer reflexionar a nuestros clientes y que las personas que trabajan con nosotros sean ejemplo de cómo cuidar los recursos de este planeta, que es por el momento, el único que tenemos para vivir.

Es un deber, el que seamos todos personas más comprometidas con el cuidado del medio ambiente.

Hasta pronto.

Sergio Ursúa

Director general de Equipos de Poder