POR Dra. Landy Karel Sahagún Sánchez FOTOS Rolando Mejía

DRA. LANDY KAREL SAHAGÚN SÁNCHEZ Dermatóloga

     •Médico Cirujano y Partero, egresada de la Universidad de Colima

     •Especialidad en Dermatología en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí

     •Fellowship en Fototerapia en la Universidad de Vienna, Austria

     •Certificada por el Consejo Mexicano de Dermatología

Los efectos dañinos de la exposición solar son bien conocidos en el ámbito dermatológico. La radiación solar ultravioleta (UV) comprende tres tipos: UVA, UVB Y UVC, siendo este último, completamente absorbido por la capa de ozono. Los efectos clínicos de la radiación ultravioleta son agudos (enrojecimiento, quemadura, bronceado) y crónicos (lesiones premalignas, cáncer de piel y fotoenvejecimiento).

Se ha demostrado que la exposición solar en la infancia incrementa el riesgo de cáncer de piel en etapas adultas, por lo que se recomienda como primera línea de prevención, reducir el daño solar y usar protector solar en mayores de 6 meses.

Se estima que el 80% o más de los cambios de la piel que aparecen con el tiempo son debidos a los efectos directos de la luz solar, a esto se le ha denominado: Fotoenvejecimiento. El fotoenvejecimiento es el daño que ha provocado la exposición solar crónica y se manifiesta como finas arrugas, flacidez, manchas cafés irregulares, entre otras.

La ropa es la primera y más efectiva forma de protección solar. Es nuestra primera línea de defensa contra la radiación ultravioleta. Puede absorber o bloquear los rayos solares. El nivel de protección solar de la ropa depende del tipo de tela, el grosor del hilo y el color. La ropa de algodón, viscosa, rayón y lino, protegen menos que el nylon, lana, seda, poliéster y mezclilla. Esto es debido al entramado del hilo, mientras menos denso, penetran más los rayos del sol. Por ejemplo, las camisas de lino, son de ligero entramado y se introducen los rayos solares. Por su parte, las camisas de algodón, aunque son más protectoras que el lino porque su entramado es más compacto, si están muy usadas, desgastadas o mojadas, no protegen.

Los colores oscuros como el rojo o el negro, bloquean el paso de los rayos UV antes de que alcancen la piel, contrario a el blanco o los colores pastel.

Aunque la ropa con protección UV busca proteger la piel, la cara y el cuello son las partes más expuestas al sol y donde ocurre la mayoría de las formas más comunes de cáncer de piel: carcinoma basocelular y carcinoma escamocelular.

Los sombreros son la principal forma de protección de la cabeza. Se recomienda usar sombreros de ala ancha, que tengan como mínimo 7.5 cm en toda la circunferencia, de tal forma que pueda dar sombra a la cara, cuello, orejas y parte superior de hombros. Las gafas de sol también son muy importantes. El 5% de todos los tipos de cáncer de piel se presentan en los párpados.

La Fotoprotección incluye además la aplicación de protectores solares, ha demostrado retrasar o evitar muchos de los efectos agudos y crónicos de la radiación ultravioleta. Las personas que aplican de manera rutinaria el protector solar, disminuyen la formación de lesiones premalignas, cáncer de piel y aparición de arrugas prematuras.

Es frecuente la confusión al elegir un protector solar, ya que creemos que el FPS es el porcentaje de protección y no es así. El FPS (factor de protección solar) se refiere a la capacidad en tiempo, que tiene el protector solar para evitar que las personas se pongan rojas o se quemen, ya que si esto llega a suceder, significa que ha ocurrido daño celular de la piel. Un ejemplo es: en las pieles claras que se queman en 10 minutos, un protector solar FPS 30, les protegerá 300 minutos, las personas de piel más oscura que se queman o broncean a los 20 minutos, usando el mismo protector solar FPS 30, les protegerá 600 minutos.

Otro punto a considerar, aparte del FPS, es la cantidad de protector solar que nos debemos de aplicar. La mayoría de las personas aplican la mitad o menos de la cantidad necesaria para protegerse del sol. Es necesario aplicar 2mg/cm2, lo que equivale a una cuchara de té para todo el rostro. La frecuencia de aplicación es de suma importancia, ya que actualmente no existe ningún protector solar que proteja todo el día, por lo que se recomienda aplicarlo cada 4 horas aproximadamente, aunque puede variar la necesidad de la reaplicación dependiendo del tipo de piel de cada persona. En conclusión, un protector solar ideal, debe de proteger contra la radiación ultravioleta tipo A y B, tener un FPS mayor de 30 y poseer una sensación agradable al aplicarlo.