Cristóbal Ruiz Gaytán Trujillo

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En la literatura y el cine existen figuras arquetípicas, personajes que acumulan un conjunto de características clave para ser definidos, y que son compartidas a través de distintas obras y soportan el paso del tiempo. Son personajes cliché, que hablan sobre nuestras preocupaciones como sociedad y nuestra forma de ver el mundo. Algunos de los arquetipos más famosos son el mentor anciano y sabio (como Yoda en Star Wars, Rafiki en El rey León), el joven rebelde de la sociedad (Hipo en Cómo entrenar a tú dragón, o Neo en Matrix) y por supuesto, el interés romántico (Mary Jane en Spider-Man o Samanta en Ella).

Sin embargo, y aunque estos arquetipos se repiten una y otra vez con casi las mismas características y arcos argumentales, hay uno que sorprende por su versatilidad, uno que además es relativamente moderno (si yo estudio, por ejemplo, el arquetipo del caballero valeroso, encontraré ejemplos que vienen desde El cantar del Mío Cid, primer texto escrito en lengua española). El arquetipo del que hablo es el abogado, personaje icónico en el cine, pero que tiene muchas interpretaciones distintas. Puede ser recto, un símbolo de moral ante cualquier situación, como Erin Brockovich (película: Erin Brockovich) mujer divorciada que comienza a trabajar por las fallas que el sistema toma como normativas. Pueden ser abogados obsesionados con el poder, como Kevin Lomax (película: El abogado del diablo) que no le preocupa a quién defiende, siempre y cuando gane. Puede que sean seres humanos defectuosos, que debido al trabajo terminan por olvidar a su familia. Hank Palmer (película: El juez) ejemplifica bien, con los conflictos que su padre causa en su vida personal. Tal vez sean humanos atormentados por defender la ley, incluso si esto les cuesta su reputación o bienestar, como Joseph Miller en Philadelphia o mi favorito, James Donovan en Puente de espías, que debe defender a un espía ruso en plena guerra fría, pues es lo correcto, lo que la ley determina.

El abogado es una figura que usamos para hablar sobre nuestros defectos. Poco a poco en el cine se han ido popularizando los abogados corruptos o que buscan redención, pues como sociedad así vemos esta profesión en muchas ocasiones. Pero no nos confundamos, han existido casos en que la figura del abogado no sólo representa rectitud moral, sino aquello a lo que podemos aspirar como seres humanos, a convertirnos en personas que siempre buscarán la justicia, firme, limpia, y ciega. No olvidemos que para muchos críticos el mejor héroe en la historia del cine, derrotando a Indiana Jones o James Bond, es un abogado, un hombre sencillo, padre de familia, que decide pelear por aquello que es justo, aunque sus conocidos le odien por ello. Hablo por supuesto de Atticus Finch, en Cómo matar a un ruiseñor. Aspiremos a ser esa figura; la justicia no es algo gratuito, y los abogados son la primera línea de defensa contra la maldad del hombre. El cine ha sabido capturar eso en muchas ocasiones. Recomendemos ese cine.